(Fuente: marca.com)

Es el mejor de la liga EBA pese a la limitación de movimientos y no ver bien.

Hace cinco años, Asier De la Iglesia estaba sentado en el sofá viendo la televisión. Intentó cambiar de canal y el pulgar no le respondió. Lo achacó a que igual había estado en una mala postura. Poco después ya tenía dormido hasta el codo. «Será un pinzamiento en el cuello», pensó. A los dos días se le durmió todo el lado izquierdo. A los cinco días fueron los pies. Acudió al médico y le remitió al neurólogo. Se hizo una resonancia y al mes le dijeron que padecía esclerosis múltiple. Ni se inmutó. «Que no es un catarro, eh», le dijo el doctor. «¿Y si lloro voy a estar mejor?», preguntó él con un estoicismo que asusta.
Su segunda cuestión fue: «¿Puedo jugar al baloncesto?». Le dijeron que sí. Y lo hace muy bien. Este ala-pívot de 1,98 metros y 35 años que milita en el Ordizia-Basoa Banaketak es el más valorado de la Liga EBA, categoría con casi 1.500 jugadores. Promedia 30 de valoración. Su cumbre, 23 puntos, 23 rebotes y 47 de valoración. Su último hito, 20+18 y 41 de valoración hace dos semanas y pese a tener fiebre. Pero unas décimas de más no iban a frenar a quien ha perdido el 90 por ciento de la sensibilidad en las manos debido a la esclerosis. «Haces el movimiento, pero no tienes tacto. Es difícil tirar así», cuenta.
Hay veces en las que, al girar la cabeza, un ojo se le mueve y el otro no, con lo que no ve bien. Tampoco puede hacer reversos ni tirar tras bote porque no sabe cómo va a tener colocados los pies. «Siempre juego de cara al aro. Me he puesto muchas limitaciones. Hago las cuatro cosas que sé que hago bien», afirma. Es habitual que rivales y árbitros le feliciten después de los partidos independientemente de cómo haya jugado.
Asier es un clásico de la Liga EBA, pero desde que le detectaron la enfermedad no recibió ninguna llamada. La esclerosis echaba para atrás a todos los equipos. «Hasta yo lo comprendía. Tenían miedo. Y sin embargo sólo me he perdido tres o cuatro partidos en los últimos cuatro años», asegura. Estuvo jugando en categoría Autonómica hasta que el verano pasado vio que seguía teniendo nivel y volvió a la EBA. Algunos clubes de LEB Plata se han puesto en contacto con él durante la temporada, pero ahora no quiere dejar colgado a su equipo. Igual al final de esta campaña hay una sorpresa mayúscula.
Brotes imprevisibles
En el caso de Asier, los brotes de la esclerosis son imprevisibles. Pueden aparecer en cualquier momento. «Ahora estoy bien y puede que dentro de un minuto no pueda seguir hablando», dice durante la conversación. Y resume cómo funciona la enfermedad: «El cerebro tiene un cableado que envía mensajes. Si quiero mover la mano, el cerebro manda esa señal y, si el cableado está bien, muevo la mano. Pero nuestro cableado no está bien: tiene fisuras y puede haber cortes. Si la fisura se trata, puede que me cueste más, pero moveré la mano. En cambio, si el cable está roto, por mucho esfuerzo que haga no se moverá nada».
Todo ello se traduce en trastornos cotidianos que no se observan a simple vista. «Por ejemplo, tengo ganas de orinar constantemente, pero no orino porque hay daños en la próstata. Debo ir con un pañal todo el día. Por eso tampoco duermo dos horas seguidas», explica Asier, que confía ciegamente en la medicina y en los doctores. «No puedo hacer otra cosa», considera. El tratamiento, cubierto por la sanidad pública, cuesta alrededor de 1.800 euros al mes.
En su trabajo en una línea de montaje también ha sufrido las consecuencias de la esclerosis. Le tuvieron que quitar el cúter y el cuchillo. «He perdido casi toda la sensibilidad en las manos, pero sí conservo la fuerza, por lo que no siento si me queman o si me pinchan con un clavo, así que me hacía unas carnicerías…», comenta medio riéndose.
Contra el cansancio
A las 6.00 horas, Asier se pone en pie y, después de una dura jornada de trabajo, suele entrenarse a las 20.00 horas. «Me levanto siempre cansado, como si hubiera jugado tres partidos seguidos, pero el baloncesto no me lo quita nadie. Es mi mejor terapia. Hay veces que pienso_’estoy muy cansado. Me voy a quedar en el sofá’, pero siempre acabo yendo. El ejercicio me ayuda a evitar la fatiga», explica.
El baloncesto, concretamente las lesiones que ha tenido, le sirvieron de preparación para lo que ahora sufre. Por su carácter competitivo ha tenido todo tipo de dolencias: «Me he roto el fémur, el peroné, las muñecas, he tenido mil esguinces en los tobillos… Estoy seguro de que todo eso me estaba entrenando para lo que me ha venido».
La esperanza de vida de los enfermos de esclerosis múltiple está en los 74,7 años, siete menos que la media de la población española. «No fallan órganos vitales ni mueres por la enfermedad, pero sí por cosas relacionadas, como un atragantamiento. Yo me atraganto con mi propia saliva. Tengo que beber agua para poder tragar. O por una neumonía». Con la medicación bajan tanto las defensas que cada dos meses debe someterse a una analítica.
Asier lleva todo ello con una naturalidad asombrosa. Sonreía antes de que le detectaran la enfermedad y sonríe ahora. No hay foto en sus redes sociales en la que aparezca serio. «También salí sonriendo de la consulta cuando me dijeron lo que tenía», bromea Asier, cuyo objetivo es «no dejar de hacer nada y valorar lo que tengo. Todos, hasta el más rico, tiene cosas de las que quejarse. Mi lema es: no esperes que pase la tormenta, aprende a bailar bajo la lluvia. Ya sé que tengo un nubarrón encima y por mucho que lleve un paraguas no va a pasar. No voy a seguir esperando que pase porque no lo va a hacer. Así que decidí dejar el paraguas y bailar y reír bajo la lluvia».